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Leer a quien no puede.

El mes pasado visité la bella ciudad de Morelia para darme encuentro en el Coloquio de Mediadores del Programa Nacional Salas de Lectura, en el cual colaboro como mediador voluntario desde el 2010 y que este año mi enlace estatal Rocío García junto con mis compañeros Juan José Ruiz, Martha Soriano y Lucy Moreno; nos seleccionaron para dicho evento, el cual fue muy enriquecedor ya que se escucharon las voces potestativas de los compañeros de todo el país. Escuche vivencias de compañeros realmente enriquecedoras cargadas de gratas experiencias, pero sobre todo de aprendizajes. Algunos compañeros y amistades me han pedido vía correo que comparta mi ponencia; la adjunto en el blog (el cual por cierto, tenía muy abandonado).

Agradezco profundamente a mis amigas Selene Valadez, por ser parte de este escrito y a Laura Tristán con sus observaciones que le dieron un toque muy bello al texto. Sin más los dejo con la lectura.


Hace cuatro años al calor de una plática entre amigos en la que comenzamos a quejarnos de la sociedad, el medio ambiente, la educación, y el pésimo desempeño del gobierno para solucionar los problemas sociales, surgió un pensamiento que definitivamente cambiaría mi vida para siempre: “¿Y nosotros qué hacemos? ¿Qué hago yo? ¿Qué puedo hacer? Si sólo tengo un montón de libros en la casa y poco dinero en la bolsa… ¿Por qué no leer? Regalar lecturas cómo alas, pupilas nuevas a los ciegos de infortunio, entrar como rumor de mar en los oídos sedientos de aventura, posarse cómo ave de paraíso en las manos de quien aún cree en el milagro de la palabra.


Por ese tiempo asistí a la retransmisión del Encuentro de Cultura Lectora del 2010 y ahí escuche al argentino Mempo Giardinelli, creador de “Abuelas y abuelos cuentacuentos” actividad que me conmovió y me hizo reflexionar sintiendo una profunda vergüenza, porque yo en plena juventud, con buena dotación de libros, y esa necesidad de ayudar en algo a la sociedad, no hacía nada. Así nació la voluntad de visitar asilos para ancianos, convertirme en un ¨nieto lector¨. Comencé con una investigación acudiendo a los principales asilos y casas hogar para adultos mayores en SLP y me lleve una gran sorpresa; no había bibliotecas, ni libreros, ni nada parecido en la mayoría de los asilos que visité, sentí entonces la pulsante necesidad de llevar lecturas, dejar una colección en cada asilo, aunque fuera una pequeña, al poco tiempo conseguí dejar en cada asilo una colección de libros, mismos que hoy en día siguen circulando en los espacios visitados, el fruto real, el más vivificante fue sin duda ver ¨arrugas sonrientes¨, ancianitos dispuestos a relacionar la palabra con sus vidas.


En 2012 al lado de mi compañera Selene Valadez inauguramos la Sala de lectura “Imaginantes de universos” que sesiona en un centro de reintegración para niños donde semanalmente les llevamos todo lo mejor que podemos a través de los libros del programa. He de confesar que la palabra, el mágico espejo en que se convierte un libro ha generado en nosotros un cariño profundo por los lectores de nuestra sala, con quienes nos espejeamos el alma, y cada sesión salimos más sorprendidos de la evolución de los que antes eran niños tímidos y lastimados con mucho resentimiento a una sociedad que parecía haberles cerrado todas las puertas aun a su corta edad, una evolución en la que piden libros, preguntan conceptos, piden cuentos de miedo o de amor, piden poesía, y es que aquí se muestra claramente esa ventana infinita de posibilidades que la lectura nos da. Estos usuarios con muchas deficiencias son lectores aun sin saber leer o estar impedidos para hacerlo, muestran gran cariño y afecto hacia la lectura y los mediadores, son niños que hoy en día nos dan sus muestras de afecto sincero colmado quizás, de agradecimiento, es la fuerza de la palabra, me digo, para mis adentros. Por el momento, esta sala es nuestro espacio de atención principal, aunque no dejamos de ser Nietos lectores, ya que al menos una vez al mes visitamos asilos llevando cuentos y libros de manera aleatoria.


No cabe duda que pertenecer al PNSL le ha dado un vuelco positivo a mi vida, desde la profesionalización, el interés de aprender y contar con nuevas herramientas de promoción y fomento a la lectura y otras actividades que me han llevado a participar en eventos de carácter cultural en mi estado así como en el interior de la república, a través de charlas, conferencias y talleres en casas de cultura, ferias del libro, asociaciones civiles e instituciones de todos los niveles educativos. Siempre hablando del libro como un objeto de afecto y no como un ente escolar.


Agradezco profundamente lo brindado por el PNSL, a sus enlaces, a los formadores, a mis compañeros mediadores que siempre están en comunicación informando de sus actividades y organizando eventos en los que trabajamos en equipo, a mi familia que cuando inicie en esto no era lectora y que hoy en día ya comienzan a señalar y comentar libros, a mis amistades que se han sumado al voluntariado sin pertenecer al programa; donando libros, y acompañándome en las visitas. Pero sobre todo agradezco a mis usuarios de sala, a quienes nos mantienen al pendiente de llevarles novedades, de acercarles diferentes tipos de lectura, especialmente a ellos es el agradecimiento ya que nos han enseñado que el voluntariado en el programa vale la pena, vale la risa, vale la voz, al ver los lazos de hermandad que han surgido entre nosotros y que en documentos como éste, tenemos la oportunidad de dejar memorias a la posteridad. Gracias a esos lectores que en un principio, no sabían leer y a aquellos que ya lo son, sin que el no poder evite que lo sean.


Aquí en la foto de clausura con los más de 150 mediadores que asistieron al evento, así como del personal del programa, organizadores, staff, autoridades de Michoacán y el escritor Juan Villoro que cerró maravillosamente el evento con las siguiente frase:

"Nosotros en el libro encontramos lo que somos, es la arriesgada oportunidad de ver lo que tenemos dentro".


 
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